Mi vida en Japón es buena. Estoy feliz. Pero entre historias, anécdotas y viajes nunca me he parado a relatar qué pasa en un día normal en mi trabajo. Lo que viene a suponer la mayor parte del tiempo. Ni todo son fiestas ni todo son cenas y alegrías. En Japón se trabajan muchas horas. No todo es tan bonito como algunos se empeñan en contar. La mayoría de la gente con la que trabajo no hace NUNCA NADA que no sea currar. NADA. Razón por la que piensan que yo soy un "gaijin" degenerao. Y no digo yo que no lo sea, pero los motivos son otros.
Hiroko san, como cada mañana, me sirve un café y algo para comer y me regala una sonrisa que consigue sorprendeme cada día. Mientras desayuno pongo al día el blog y me entero que está pasando en mi tierra. Qué morriña la virgen.
Y empieza la jornada. Las nueve y media y poco va a cambiar ya hoy. Hacemos una parada para comer a las doce. Pasa el tiempo y no me acostumbro a estos horarios. Ellos paran a cenar a las seis, pero por ahí si que no paso y yo he decidido cenar al llegar a mi casa.
Son las nueve de la noche y vuelvo a mi pequeño gran hogar. Dios qué placer. Ceno, veo una película y a dormir. Algún mamón volverá a poner la cinta mañana por la mañana.
Básicamente esa es la rutina. Como no puedo estar quieto los jueves a las SIETE de la tarde yo corto y me voy a cenar con amiguetes españoles a Yoyogi.
Y mis compas japos flipan. Cada jueves por la mañana nada más verme ya se están riendo y no paran de repetirme "today Yoyogi´s day!!", como si fuera yo el tío más loco de la tierra por irme de "fiesta" entre semana.
Como dijo mi gran amigo Don Julián en un arrebato adivinatorio:
"Mañana será otro día perdido".
¡Un abrazo!