Se me ocurrió en un día indeterminado de una semana confusa y desde entonces no se me había olvidado. Como siempre ando dándole vueltas a mil asuntos pensé que sería otro más, pero parece que él no estaba dispuesto a rendirse y aguardaba oculto bajo una perezosa neurona pinchándome algún nervio siempre que le dejaban oportunidad. Tanto dió por saco que nos sentamos a hablarlo con sensatez; la poca que yo pudiera aportar, y toda que se pueda esperar de un pensamiento abstracto.
Estaba decidido: me iría a un pueblo pequeño perdido de la mano de algún Dios (el que ustedes gusten adorar) un par de días, solo y con una mochila que no pesara más que por algo de abrigo y un par de buenos libros. Podría ser un plan relativamente normal, aunque no lo es en mi caso porque nunca se me había ocurrido una retirada en solitario de este tipo. Poco importa ese detalle, me apetece y punto.
Dado lo escaso de mis exigencias sólo me quedaba encontrar un sitio calentico donde extender el futon y dejar que las horas pasaran entre aventuras escritas. Tengo mi pueblecete localizado, y tengo apalabrado un pequeño ryokan, que antiguamente fue un templo, para descansar plácidamente de las siestas que duerma entre descanso y descanso.
Hace unas semanas el escritor Andrés Pascual tuvo el detalle de enviarme un ejemplar dedicado de su nuevo libro El haiku de las palabras perdidas. No se me ocurre mejor manera de disfrutar de esta inquietante historia que rodeado de montañas nevadas en lo profundo de los alpes japoneses. Cuando lo termine os hablaré de él con detalle, pero os adelanto que la temática y las críticas prometen.
Me voy de atrapada a la montaña. Y ya veremos si vuelvo.
Hace unas semanas el escritor Andrés Pascual tuvo el detalle de enviarme un ejemplar dedicado de su nuevo libro El haiku de las palabras perdidas. No se me ocurre mejor manera de disfrutar de esta inquietante historia que rodeado de montañas nevadas en lo profundo de los alpes japoneses. Cuando lo termine os hablaré de él con detalle, pero os adelanto que la temática y las críticas prometen.
Me voy de atrapada a la montaña. Y ya veremos si vuelvo.