lunes, 17 de diciembre de 2012

LA MINI-VUELTA AL MUNDO DEL TÍO CHIQUI

Hace exactamente dos años mi familia se embarcaba en el viaje más grande jamás realizado por los Picazo.  Yo llevaba unos pocos meses en Japón, y como la beca que por entonces disfrutaba no me permitía salir del país salvo que fuera en circunstancias especiales (cosa que sucedió tras el horrible terremoto del 11 de marzo de 2011), todos se vinieron a pasar las primeras navidades lejos, pero que muy lejos de casa. No pudo ser menos que épico vivir unas fiestas tan especiales junto a mi familia, mostrándoles además aquel país que yo por entonces creía conocer, y del que aún no sé absolutamente nada.


Como parte de la lenta diáspora que sufre nuestro país, hace un tiempo mi hermana pequeña emigró también a Argentina para trabajar. Nada menos que se fue a instalar en Usuahia, la ciudad más austral del mundo, y que también es conocida como "El Fin del Mundo" o "Tierra de Fuego. La jugada no podía estar más clara y evidente, había que aprovechar la oportunidad para pasar unas navidades al calorcito que ofrece en esas fechas el verano del hemisferio sur, dejando de un lado este año las frías vacaciones en la nieve de Baqueira.

El único pero era que aquí la hermana Chopi y un servidor no podemos vivir más a tomar por saco. Tanto es así que, cuando empecé a mirar los billetes, me daba igual que me daba lo mismo irme por Estados Unidos y bajar hasta Argentina cruzando Centro América, que atravesar el sudeste asiático y sobrevolar África para plantarme en Buenos Aires. Me pusiera como me pusiera tenía que darle la vuelta al mundo por el lado que más me gustara. Y eso no iba a ser, desde luego, un obstáculo que no pudiera saltar.

Total, que tras las oportunas deliberaciones personales, tomé una decisión firme, y este jueves por la noche salgo desde Tokio; paro a tomar un té con pastas en Dubai, y me subo tras ello en otro avión que me dejará en Río de Janeiro. Ya en en Brasil, pasaré tres días haciendo turismo y descansando en las calientes playas de Ipanema y Copacabana, para el 23 de diciembre tomar un último vuelo hacia Buenos Aires, punto de encuentro con mi familia para pasar la Nochebuena.

Más de 20 mil kilómetros de distancia, 33 horazas en los aeropuertos, 11 horas de diferencia entre países, cambio de hemisferio y más de 30 grados de oscilación térmica entre máximas. Una paliza de esas que da gusto recibir oiga.


¡Feliz Navidad a todos! 

¡Nos vemos el año que viene!

miércoles, 12 de diciembre de 2012

LA CARRERA DESDE DENTRO

Todo lo que os pude contar sobre mi experiencia no deja de ser cierto, pero aquí llegan hoy las imágenes que demuestran que estuvimos allí, aquel 2 de diciembre de 2012, corriendo como locos por las calles de Yokohama, triscando junto al puerto más importante de Japón (y uno de los más grandes del mundo), al ladico de su famosa terminal de pasajeros. Y que demuestran que además de disfrutarlo, lo sufrimos.

El tío Luis y yo charlando en los primeros compases

Sr Thompson y Dani, sin saber aún la que se les venía encima

¡Búscanos, que estamos ahí!

Todavía sin apuros, con Luis siempre a mi diestra

Nos reímos, pero ya menos

Luis haciendo ya la guerra por su cuenta

Con los cascos ya, oyendo vuestros mensajes

Y empezando a pasarlas canutas

Primero en meta con un increíble 1:39

Cruzando la línea en 1:42, ¡jodido pero vivo!

¡Conseguido!

domingo, 9 de diciembre de 2012

A VISTA DE FUJI

Nos retrasamos por unas cosas u otras y, aunque no salimos demasiado tarde de Tokio, la noche ya se cerraba sobre las vías de la estación de Shinjuku, cuando alcanzamos el andén que nos prometía llevarnos tan cerca como fuera posible del monte sagrado. Tras unos buenas ratos de conversación en trenes locales, llegamos al fin a Kawaguchiko, donde tras cuatro palabras y seis gestos nos enteramos de que el transporte público se había ido a dormir, y que el taxi era nuestra única opción para ir hacia el hostal que habíamos reservado para pasar la noche.

Bordeando el lago Yamanaka fuimos a parar a la entrada de un camino, donde un cartel indicaba la localización de nuestro ryokan. A la  mañana siguiente iríamos a animar a Oskar, que corría la media maratón del Fuji, a sólo unos kilómetros de allí. Con un poco de suerte, incluso llegamos a tiempo de cenarnos un ramen en un restaurante aledaño al hotel, y de comprar unas cervezas para disfrutarlas sobre el tatami un poquito más tarde. 

No recuerdo a qué hora caímos rendidos en los futones, pero si que sé que a las 5 de la mañana, con las primeras luces del alba, Guillermo y yo nos asomamos al ventanal congelado de la habitación, para darle los buenos días a un viejo amigo, a aquel que tantas veces se hace el remolón para no dejarse ver, como si le pudiera la timidez de verse observado por miles de personas cada vez que decide asomarse entre las nubes.

Amanece frente al Monte Fuji.





Tras el desayuno, y después de haber sacado a la fuerza a Maldita Nerea del futón, fue el momento de pasear hasta la orilla del lago para no perder un minuto del pedazo de sol que nos hizo ese día. Os prometo que es imposible apartar la mirada de esa montaña mientras permanece visible, es muy difícil que una foto te salga rematadamente mal cuando tienes un modelo semejante delante.






Por último, os daré un pequeño consejo. Casi todo el mundo que quiere ver el Fuji se va a Hakone, donde en mi opinión las vistas son peores, y además la masificación turística le quita parte del encanto al lugar. Así que, si es que me lo estáis preguntando, os diré que considero mucho mejor sentarse tranquilamente junto a los lagos Kawaguchi o Yamanaka, donde el silencio y la naturaleza os dejarán disfrutar plenamente de este peculiar coloso.

¡Buena semana para todos!

* Así lo contó el loco del Lorco. Tenéis más entradas sobre el Monte Fuji aquí (cuando subí el monte este verano) y aquí (donde lo ví por primera vez).

lunes, 3 de diciembre de 2012

MI PRIMERA MEDIA MARATÓN

Aunque para entender todo debidamente deberíamos sin duda empezar por otra historia muy distinta. 

Mi amigo Kike me hizo una visita express hace algo más de un año. El país del sol que nace lo dejó perplejo y anonadado, y desde entonces en varias ocasiones me había amenazado con volver. Y este elemento es de los que cuando dice algo, lo cumple. Así, el tío Kike miró a la cara al puente de diciembre y le dijo que era hora de pagar la cuenta. Para repartir la factura decidió liar a otro mono, Antonio (el Sr.Thompson), que a su vez consiguió enrolar en la expedición a un tercer marinero: Chema. El daño estaba hecho; billetes sacados vía Moscú para pasar diez días con el Tío Chiqui en Japón.

No podíamos estar más errados. De repente recibí uno de esos tristes correos; la empresa de Kike le mandaba por trabajo a Brasil exactamente en esos días y tenía que cancelar su visita (previa pérdida del billete). El viaje quedaba descabezado con la baja del promotor, y sólo eran ya dos los elegidos. Menos mal que ni reserva de hoteles ni de nada habían hecho hasta la fecha. Desde Barcelona y Madrid, Chema y Antonio respectivamente cogían sendos vuelos para enlazar con el mismo avión en Moscú. Los problemas no habían hecho más que comenzar; Chema llegaba con retraso y perdía la conexión, por lo que debía esperar 24 horas para coger el siguiente vuelo. Así que el sábado por la tarde, de tres valientes tarados me llegó tan sólo uno (y acabado), el que fuera antes conocido como Sr. Thompson.


Para rizar el rizo, la llegada de los monos me coincidía con la media maratón de Yokohama este domingo, por lo que yo tenía la cabeza en otro sitio bien distinto a la preparación de la carrera. Con todo lo acontecido, las cosas estaban con que tenía a mi amigo sólo, así que, dados sus antecedentes de absurdez y locura, decidí proponerle correr el domingo conmigo, a lo que aceptó encantado sin pensar en las consecuencias y sin preguntar las condiciones. Correría sin dorsal, con unas zapatillas mías que le estaban pequeñas, la camiseta del Albacete Balompié y sin un sólo entreno en sus espaldas las últimas semanas. 

A las seis de la mañana tocaron diana y nos pusimos con el desayuno continental. Teníamos que estar a las ocho en la estación de Kannai para encontrarnos con Dani y Luis, que completaban el quinteto de cuatro corredores españoles. Y digo cinco porque todos teníamos claro que Oskar, que desgraciadamente se había roto un brazo la semana anterior, corría con nosotros ese día desde su casa. El equipo jamás abandona a nadie, y mucho menos, si es uno de los nuestros.





Un poco aturdidos por los nervios nos dirigimos a la salida caminando. Debíamos ser los últimos en llegar, porque aquello estaba ya atestado de gente preparándose con ilusión para el pistoletazo que marcaría el inicio. Y el final de meses de preparación y esfuerzo de todas aquellas personas. Me sorprendió ver a gente calentando más de una hora antes de empezar. Yo decidí ahorrarme todos esos pasos, ya que estaba seguro de que me harían falta más tarde. Buscamos entonces un trozo de suelo para ponernos los dorsales y finiquitar los últimos detalles. Todo estaba listo; camiseta de la selección, banda japonesa, chip en la zapatilla y el saco que había estado llenando con kilómetros de sudor colgado de la pierna izquierda.






Cuando estuvimos preparados nos pusimos en la salida para esperar nuestro turno. Era increíble ver a todo aquella gente sonriendo, ilusionados, aplaudiendo cuando por megafonía iban indicando que quedaban diez minutos, cinco minutos, un minuto.













Ya estábamos corriendo entre una marea de gente. La misma marea que no nos dejaba coger el ritmo que habíamos previsto tomar desde el principio. Con el enorme Luis a mi derecha como lo habíamos estado entrenando. Y así fuimos, charlando de todo y nada hasta el ecuador de la prueba, sin casi darnos cuenta de que llevábamos mejor tiempo del que nos hacían saber nuestros pulmones. 49:16 fue nuestro paso por los 10 km. Buen ritmo y buenas sensaciones para afrontar la segunda parte de la carrera. Por detrás, Antonio y Dani venían también juntos y cada vez más motivados.


En el km 14 llegó el temido divorcio. Luis tenía fuerzas para irse a subir el Fuji y yo le allané el camino para que demarrara y me esperará en la meta con un Aquarius y un par de abrazos. Era el momento adecuado para calzarme los cascos, y empezar a escuchar todos esos mensajes de ánimo que desde el miércoles no habían parado de llegar. Y que en ese momento tan buena falta me hacían. Joder, menuda sensación tan extraña la que pude vivir: con un gran cansancio y con las piernas comenzando a doler seriamente, y riéndome y emocionado como un niño con lo que me llegaba por los auriculares. Seguro que  a más de uno que me crucé le debió parecer raro ver a aquel extranjero que sufría y reía al mismo tiempo.

Hubo canciones, hubo chistes, insultos y ánimos. Y cada uno de ellos marcaban para siempre los kilómetros que iban cayendo a mis espaldas...17...18....19. Oí cantar a Merche, y hasta tocar el piano para mí a Diego. Escuché sin aliento el aliento de Emilio, de Rodri, de Eva, de Nur, de Guille, de Andrés, de Iguana, de Elenica, de Felipe, de Dani, de Maty, de Ale y de Marina. Y hasta de un robot viajero. Tuve que afinar mi inglés y japonés para disfrutar de las locuras que me decían Mami, Gami  o Hamano. Me estuve descojonando con las coñas de Oskar, Lorco, Xavi, Bea y Nerea. También con el inconfundible humor manchego de Priscila y Paco. Me tuve que acordar por fuerza de cuando los monos Nica y Joel vinieron a verme hace ya demasiados meses. Me emocioné con las palabras de apoyo de mis sobrinas, de mis primos machos, de  mis hermanicos, de mi padre y de mi madre.

Y con todos vosotros a mis hombros paré el cronómetro en 1:42:20. Acabado pero muy satisfecho. 



Y pensando desplomado en el suelo cuál sería la próxima.

¡Muchísimas gracias por vuestra ayuda!

martes, 27 de noviembre de 2012

¡ÁNIMOS PARA LA MARATÓN DEL DOMINGO!

El aspecto psicológico es un punto que entiendo fundamental a la hora de practicar un deporte. No le daré un porcentaje concreto, pero la cabeza juega un papel básico en el esfuerzo físico, por lo que si sabemos manejar bien nuestros pensamientos e ideas, seguramente conseguiremos optimizar nuestro rendimiento. Para la carrera del domingo (y como ya nos conocemos de lejos), he intentado visualizar cómo regirá mi cerebro para anticiparme en lo posible a sus debilidades. Creo que la adrenalina y los entrenamientos me llevarán casi solos hasta los dos primeros tercios de la media maratón, pero también me temo que los últimos 5 kilómetros puedan hacérseme un poco cuesta arriba.

Todo eso junto en un plato son guarnición, me hizo plantearme lo que fue una idea original de @72kilos (pasad por su blog a disfrutar de sus viñetas) durante la pasada maratón de Tokio, y que Oskar me contó hace sólo unas semanas (abrazos enormes para ti, que te vamos a echar de menos un huevo). Se trata de que amigos y familiares te graben mensajes de voz de ánimo, descargártelos en el ipod, y poder oírlos corriendo durante los momentos que más falta te hagan. Simplemente genial.

Así que eso es lo que os voy a pedir a los que queráis/podáis. La manera más sencilla me ha parecido usando un grabador de voz online que permite enviar las grabaciones por email. Podéis encontrar esta web llamada www.vocaroo.com pinchando aquí. Y vais a parar a la siguiente pantalla.


Aquí es donde se graba el asunto (pulsando Click to Record para empezar y Click to Stop cuando estéis  satisfechos de insultarme). En ese punto podéis escuchar el mensaje que habéis grabado (Listen) y si os cuadra que está ya bien así pinchar abajo en la derecha en Click here to save.


Se mostrarán unas nuevas opciones donde debéis seleccionar Email, donde se abrirá una nueva ventana y llegaréis al último paso para que yo reciba vuestros mensajes en mi correo. Ponéis mi dirección en destinatario (ferpisan(arroba)hotmail.com) y el vuestro como remitente, copiáis la palabra de seguridad en el recuadro y le dáis a SEND. Y arreglao el asunto.


Sentid la libertad de decid lo que os salga de ahí mismo, no hay límite de tiempo ni censura de ningún tipo. La única norma me la impongo yo, ya que no oiré nada de lo que allí digáis hasta el mismo día de la carrera durante los últimos 5 kilómetros. Y sobre todo no olvidéis decir quién sois porque yo andaré un poco perjudicao en esos momentos para reconocer nada.

¡Un abrazo y millones de gracias por adelantado por esos empujones para llegar a la meta!