Y en consecuencia la red y el planeta de los blogs también se encuentra en estado latente aprovechando las altas temperaturas en el hemisferio norte. No se intuye movimiento mires donde mires, y los que estamos trabajando estos días sólo pensamos en los que os encontráis por ahí disfrutando de viajes y aventuras que os habían estado esperando impacientes durante muchos meses. Mi enhorabuena para todos vosotros porque haya llegado tan preciado momento. Y mi sincero deseo de que os contagiéis para siempre del virus viajero, porque el que viaja vive, y las vivencias son mucho más intensas cuando nos pillan descubriendo un nuevo lugar, hablando con un extraño amigo lejano, saboreando en soledad un sosegado instante de silencio frente al mar.
A este lado de la barra del bar donde ahora me encuentro, tengo que hacer un esfuerzo herculano para recordar mis vacaciones en España. Ya echo de menos como antes de haberme ido a mis sobrinas, a mi hermanos, a mis padres... y eso que renovamos los permisos sobre melancolía para que tuvieran validez al menos por un año. Pero los recuerdos no entienden de papeles y burocracia, y van y vienen cuando les parece oportuno. Y a cada rato les da por agitarlo todo sin importarles que yo esté cerca y pueda marearme. Malditos sean.
Por otra parte, no hay mejor manera de combatir la nostalgia que aprovechando el fantástico verano. Y eso es una máxima que no perdono, que luego viene el frío y se me quitan las ganas de salir de debajo de la manta y eso es algo que detesto. Así que el fin de semana pasado estuve de viaje en una isla cerca de Tokio que se llama Kozushima (la foto que encabeza la entrada es de allí), y que merece una mención aparte en esta casa. Y no se va a acabar aquí la cosa señora. Porque la semana que viene hacen un cierre a cal y canto del instituto donde trabajo y yo voy a aprovechar la marea favorable para coger un vuelo con dirección a la popular Isla de los Dioses, Bali, donde voy a pasar unos días aprendiendo a hacer surf, buceando entre corales y, probablemente, tomándome tres o cuatro cervezas frescas (y una langosta).
Nos vemos pues en septiembre para contarnos como ha ido y para empezar el curso con fuerza. Disfrutad de este verano como si fuera el último y recordad....
¡Nunca dejéis de viajar!