Era perfecto para echar unas cañas. Una barra exterior y dos chicas haciendo pinchos y sirviendo cerveza. Por cierto esas eran las únicas mujeres que había en el local (y Nerea, claro). Todo lleno de japoneses de avanzada edad apostando en las carreras de caballos. Por supuesto éramos los únicos extranjeros (gaijines nos llaman), lo que nos hacía suponer que habíamos dado con un sitio bueno. Los parroquianos además nos observaban sorprendidos. Madre mía me comí un pincho de anguila que estaba buenísimo. Estábamos ahí al solecete, tomándonos un cañuflo a gusto y es que me parecía estar en la calle Tejares.
El domingo la inercia patriótica me llevó a pensar en cocinar algo de la tierra. Así que me propuse preparar una paella con los medios de los que disponía. En ausencia de paellera (Que la RAE define como: "Recipiente de hierro a modo de sartén, de poco fondo y con dos asas, que sirve para hacer la paella", por si hay algún valenciano que me lea ;)), usé una sartén. Además tuve que improvisar un poco con los ingredientes y el fuego, eléctrico y pequeño, tampoco terminaban de ayudarme. Pero en fin, ahí me tenéis posando con la paella y con la camiseta del Alba. ¡Qué grande!
El aspecto lo podéis juzgar vosotros mismos pero os aseguro, no sé cómo, que estaba buena buena.
¡Ánimo que ya no queda nada para el finde! Y no podía ser mejor porque aquí el lunes es festivo otra vez, asi que me piro de viaje.