Todo está en continuo cambio. Las relaciones interpersonales y la manera de entenderlas se han visto asaltadas por internet y las redes sociales. Ayer pude recibir felicitaciones por correo electrónico, por facebook, por twiter, en los comentarios del blog, en conversaciones en messenger, por mensaje en el móvil o en llamadas a través de skype. Estoy donde Cristo perdió el zapato izquierdo y, sin embargo, contactar conmigo es más fácil que levantarse a preparar otra taza de café. De igual manera, yo tengo un hueco donde agradecer tanto cariño recibido, y que se puede consultar desde cualquier punto del planeta. Asusta.

La cosa empezó el fin de semana. Fiesta con los amigos tokiotas y risas mil. Pude además tener a dos amigas, Lolín y Mireia, en representación de la tierra. Gracias por la asistencia, por los momentos y por los muchos regalos. No te digo más que hubo una conga al son de Georgie Dann y su barbacoa. Calzones con plátano, mochila, bufanda, pistolas, gafas, utensilios de cocina y hasta un viajezaco a la nieve. Y un mono.

El día de autos, ya ayer lunes, me esperaban algunos regalos de compañeros de trabajo en mi escritorio y hasta algún que otro cheque en blanco. Mi sorpresa vendría de la mano de las cinco y media de la tarde, cuando las camareras de la cafetería, vinieron a mi mesa con una tarta con velas encendidas en forma de 31. Esto, que puede parecer tan normal, fue una muestra de espontaneidad japonesa impensable. Lo que me acabó por descolocar por completo es que habían puesto Chiqui (siempre me llaman Fernando), y que el pastel tenía el siguiente aspecto:

El logo del blog, que me dicen que leen aunque no sé muy bien cómo, plasmado en la tarta. Después hubo merienda-cena con ellas y con mis compañeras de intercambio de conversación, que también trajeron regalicos y dulces. Madre mía qué bonicos.

Cuando el día ya agonizaba, los investigadores-maestros-vividores-desfaenados de Albacete, liderados por Priscila y Conchi, organizaban una fiesta (vía evento facebook) para celebrar mi cumpleaños sin mí. Y lo peor es que mi hermana estaba en el ajo.

Gracias por todas las felicitaciones, las canciones, los mensajes y los regalos recibidos. Sé que no es muy cortés tener que elegir cuál fue el detalle más bonito de todos, pero me tenéis que dar la licencia sólo para esta vez. Y es que se acumulan los meses sin ver a una persona que crece muy rápido. Y yo no puedo verlo. Es la espina que más pica en esta fantástica etapa. Menos mal que le recuerdan cada poco que tiene un tío metido en una pantalla, y que ahí, dentro de ese ordenador, hay un sitio que se llama Japón. Gracias pequeña.
Cumpleaños en Tokio, sobrina from Fernando Picazo on Vimeo.
¡Un abrazo a tod@s!