Siempre he imaginado lo interesante que resultaría poder disponer de los datos exactos que rodean tu vida. De esta forma, tendrías números y estadísticas fiables sobre qué, cómo y cuántas veces hiciste todo aquello que muchas veces mencionas con tus amigos entre vagos recuerdos. Además así, podrías estudiar analíticamente como unos acontecimientos determinados te llevaron a otros, y de que manera podrías mejorar ese proceso para hacerlo más eficiente para la siguiente ocasión en la que se te presente. No es algo que considere vital ni mucho menos, tan sólo digo que esas miradas retrospectivas podrían generar momentos de felicidad que de otra manera se esfuman en el limbo de los sueños perdidos. Por eso nos hace tanta ilusión ver un vídeo casero de hace muchos años, porque nos muestra sin perder un detalle lo que aconteció en un instante concreto de nuestras vidas. No hay sitio para la duda, allí se puede ver la realidad tal cual fue entonces, y eso nos crea un sentimiento que no puede igualar una historia contada por ese gran colega tuyo que no para de hablar. Por cierto, historias que tantas veces han sido contadas, y que ya no se sabe ni dónde ni cuándo fueron, y en ocasiones ni siquiera recuerdas con claridad si tú estabas allí.
Pero si sigo otro párrafo sin explicar a qué viene todo esto, entonces seré el único que consiga seguirme. La semana pasada recibí de Oskar un mensaje con una de esas tablas de datos numéricos sin números que asustan. Era escueto y decía literalmente: "Clases de cocina -- Jurado del Cervantes -- Cocinero tortillas -- Supein Matsuri -- Yoyogi Matsuri". Mensaje sin sentido para nadie excepto para mí, que me hizo pasarme lo que restaba de día sonriendo.
Pero para entender toda buena historia hay que comenzar por el principio.
Desde que hablé con Víctor, compañero de colegio, en aquella Navidad del año 2011 no podía quitarme de la cabeza la idea de montar una noche de monólogos en Japón. Él es ahora representante de artistas, y quedamos en pensar en ello entre risas y, sinceramente, sin mucha esperanza de poder llevarlo a cabo. Como a cabezón me llevé muchos premios de pequeño, un día me planté en el Instituto Cervantes para hablarle de mi proyecto a Teresa, una compañera de trabajo de nuestra querida y maldita Nerea. Enseguida pude ver en ella una persona activa y con ganas infinitas de hacer cosas, de las que a mí me molan. Entre Teresa, un servidor y nuestro empeño mútuo conseguimos traer en junio de 2012 a Tokio a Joaquín Reyes y Ernesto Sevilla, en una noche mágica que será difícil olvidar. Aunque de eso ya hace mucho tiempo, pero más tiempo hace aún desde que yo decidiera empezar a impartir clases de cocina española para japoneses. Y como se suele decir, de aquellos polvos vinieron estos lodos, y cuando Teresa organizó el I Concurso de Tortilla Española en Tokio, amablemente pensó que yo podría servir como jurado para tamaño y gastronómico evento. Aquel concurso fue justamente ganado por un señor de encantadora apariencia llamado Misaki, que regenta un bar español en el barrio de Akasaka. No sólo ganó porque fue el mejor, sino que hizo una tortilla perfecta en todos los aspectos, una de las mejores que he probado nunca. Así que allá que me fui a darle mi sincera enhorabuena personalmente y pedirle la dirección de su local, al que tenía que hacer una visita. No tardé más de una semana en presentarme en el pequeño bar decorado con pequeñas baldosas como las del Parque Güell de Barcelona. Resultó que además de ser un excelente cocinero, Misaki es un señor de los pies a la cabeza, un tipo amable y risueño de esos que da gustico tener cerca. No podía entonces pensar en otro que no fuera él cuando organizamos la I Feria de Albacete en Japón el pasado septiembre, también conocida en japonés como Supein Matsuri. Fiesta que fue todo un éxito de participación y juerga flamenca, y donde Misaki hizo las delicias de propios y extraños con sus tortillas de patata.
Y con esto nos acercamos al fin y comienzo de todo.
Hace dos semanas me mandaron un correo electrónico desde la organización de una fiesta española que va a celebrarse en Tokio el próximo noviembre con motivo de los 400 años de relaciones entre España y Japón. Se trata de un evento en el céntrico parque de Yoyogi pensado para que unas ochenta mil personas disfruten de cultura española durante todo un fin de semana. Contactaron con el Cervantes para localizar a algún español que pudiera ayudarles, y esa información llegó a Teresa, que tuvo a bien pensar en un servidor para semejante responsabilidad.
Y entre Teresa, Víctor, Oskar, Joaquín Reyes, Nerea, Misaki, mis alumnos de la clase de cocina, Guille, Ernesto Sevilla y muchos muchos más que no están en este relato, pero que que forma parte fundamental de esta historia, asumí el papel de Asesor de Proyectos de la fiesta española más gorda que se ha hecho nunca en Japón. Y de ahí el mensaje de marras del gran Oskar, que parecía que no decía nada pero decía de todo: "Clases de cocina -- Jurado del Cervantes -- Cocinero tortillas -- Supein Matsuri -- Yoyogi Matsuri"
Y aún habrá por ahí quien diga que esto no es más que una cuestión de suerte.
Pero para entender toda buena historia hay que comenzar por el principio.
Desde que hablé con Víctor, compañero de colegio, en aquella Navidad del año 2011 no podía quitarme de la cabeza la idea de montar una noche de monólogos en Japón. Él es ahora representante de artistas, y quedamos en pensar en ello entre risas y, sinceramente, sin mucha esperanza de poder llevarlo a cabo. Como a cabezón me llevé muchos premios de pequeño, un día me planté en el Instituto Cervantes para hablarle de mi proyecto a Teresa, una compañera de trabajo de nuestra querida y maldita Nerea. Enseguida pude ver en ella una persona activa y con ganas infinitas de hacer cosas, de las que a mí me molan. Entre Teresa, un servidor y nuestro empeño mútuo conseguimos traer en junio de 2012 a Tokio a Joaquín Reyes y Ernesto Sevilla, en una noche mágica que será difícil olvidar. Aunque de eso ya hace mucho tiempo, pero más tiempo hace aún desde que yo decidiera empezar a impartir clases de cocina española para japoneses. Y como se suele decir, de aquellos polvos vinieron estos lodos, y cuando Teresa organizó el I Concurso de Tortilla Española en Tokio, amablemente pensó que yo podría servir como jurado para tamaño y gastronómico evento. Aquel concurso fue justamente ganado por un señor de encantadora apariencia llamado Misaki, que regenta un bar español en el barrio de Akasaka. No sólo ganó porque fue el mejor, sino que hizo una tortilla perfecta en todos los aspectos, una de las mejores que he probado nunca. Así que allá que me fui a darle mi sincera enhorabuena personalmente y pedirle la dirección de su local, al que tenía que hacer una visita. No tardé más de una semana en presentarme en el pequeño bar decorado con pequeñas baldosas como las del Parque Güell de Barcelona. Resultó que además de ser un excelente cocinero, Misaki es un señor de los pies a la cabeza, un tipo amable y risueño de esos que da gustico tener cerca. No podía entonces pensar en otro que no fuera él cuando organizamos la I Feria de Albacete en Japón el pasado septiembre, también conocida en japonés como Supein Matsuri. Fiesta que fue todo un éxito de participación y juerga flamenca, y donde Misaki hizo las delicias de propios y extraños con sus tortillas de patata.
Y con esto nos acercamos al fin y comienzo de todo.
Hace dos semanas me mandaron un correo electrónico desde la organización de una fiesta española que va a celebrarse en Tokio el próximo noviembre con motivo de los 400 años de relaciones entre España y Japón. Se trata de un evento en el céntrico parque de Yoyogi pensado para que unas ochenta mil personas disfruten de cultura española durante todo un fin de semana. Contactaron con el Cervantes para localizar a algún español que pudiera ayudarles, y esa información llegó a Teresa, que tuvo a bien pensar en un servidor para semejante responsabilidad.
Y entre Teresa, Víctor, Oskar, Joaquín Reyes, Nerea, Misaki, mis alumnos de la clase de cocina, Guille, Ernesto Sevilla y muchos muchos más que no están en este relato, pero que que forma parte fundamental de esta historia, asumí el papel de Asesor de Proyectos de la fiesta española más gorda que se ha hecho nunca en Japón. Y de ahí el mensaje de marras del gran Oskar, que parecía que no decía nada pero decía de todo: "Clases de cocina -- Jurado del Cervantes -- Cocinero tortillas -- Supein Matsuri -- Yoyogi Matsuri"
Y aún habrá por ahí quien diga que esto no es más que una cuestión de suerte.