Treinta y cinco grados calientan la calzada de forma implacable. No son muchos menos los que se respiran dentro del laboratorio. En esta empresa nos tomamos muy en serio el ahorro energético; tanto, que creo que lo hemos convertido en una pequeña obsesión. Que no permite a alguien prepararse un té fuera de las horas establecidas. Que nos lleva a apagar aparatos que no eran. Pronto haremos hogueras para calentarnos el café, traeremos el agua con cubos desde el manantial más cercano.
El aire acondicionado es un lujo que nos fue arrebatado hace tiempo, sólo las máquinas y los animales tienen derecho a disfrutarlo en el edificio, porque "
no podemos arriesgarnos". Quién me mandaría a mí ser un estúpido humano, tan alejado de las clases altas de la evolución. En las horas fuertes del día, los ventiladores poco ayudan, y trabajar es aún más jodido de lo que recordaba. Este calor húmedo me recuerda a mis tiempos de exámenes en Valencia. Cuatro estudiantes obligados a hacinarse en la única estancia con aire acondicionado de la casa. Lo que nos llevaba irremediablemente a jugar al parchís en lugar de estudiar. Vaya risas.
Buscando soluciones, decido preguntarle a la secretaria por la piscina, poza, embalse o charca más cercana para darse un refrescante baño. Me cuenta que hay una pública a unos diez minutos, pero que puedo usar la nuestra también.
Y- "
¿La nuestra?, ¿qué quieres decir con eso maldita?"
S-
"Tenemos una piscina para los empleados de la empresa"Y- "
¿¿¿Piscina en el curro???" (Esto no lo dije en alto)
Pues efectivamente señora, tenemos una piscinaca para nuestro uso y disfrute durante el verano. Lo que, en mi caso, significa que también la tengo en casa. A veinte segundos andando y no la había visto (doushitemo, doushitemo). De momento, se me olvidaron todos los sofocones y calores, y salí de la oficina con sonrisa de niño malo.

Me parece que voy a trasladar mi proyecto al aire libre.
¡Un abrazo!