lunes, 16 de marzo de 2009

SI, ESE SOY YO

Ya no se oye a Carlos, y eso sólo puede significar que duerme. LLevamos casi cuatro horas en el coche. Y las que nos quedan. Joel (hijo de Kalel) me da conversación. Creo que le preocupa que acompañe a Carlos (y a Jasus que ronca a su lado). En nuestro coche somos cuatro y otros tantos vienen con Siro detrás.

Paramos en un pueblecito al pasar LLeida a cenar. Todo ha ido como la seda, y ya no quedan más de cien kilómetros. Esto está hecho. Los que faltan vienen con Tornillo por Zaragoza para que todos podamos disfrutar de Diana (la guiri). Acabamos de hablar con ellos y Tor parece estar rayado. Reanudamos la marcha y la cosa se pone fea con la altura. Nieva y por tramos la calzada está cubierta. A poco de llegar los coches dicen basta y ya no suben. Con una ventisca del catorce salimos a poner las cadenas, y después de perderlas en dos ocasiones y pasar más frío que un chiquillo pequeño (menos mi hermana que ha sido tan amable de dar instrucciones de cómo se ponen las cadenas desde el interior del coche) alcanzamos nuestro destino. Sólo quedaban doscientos metros para llegar. Maldita sea, maldita sea, maldita sea.

Entre tiritones:

-"Buenas noches" (Un señor con un bigote como el de Dalí me mira sin hablar)
-"Hola", repito.
-"¿Quiénes sois?", replica.
-"Tenemos una reserva"
-"Pues habéis tenido suerte porque ya me iba a dormir, esto no son horas de llegar", respiro profundo, encima de congelados este señor tiene ganas de tocar las pelotas. Aguanta.
-"Avisé en la central de reservas", asiente descontento y comienza con los trámites.
-"¿Habéis tenido que poner las cadenas?", sonrisa de medio lado pensando en lo pardillos que somos.
-"Es que ya no subían los coches".
-(Vuelve a reir), "¿de dónde sois?".
-"Albacete"
-"Ah, claro", más risas.

Se acaba de reir de nosotros pero tenemos las llaves de los apartamentos. Habrá tiempo para que nos riamos todos. A las dos horas aparece Dani Tor rayado como un mono, morado de frío y maldiciendo. Sus tres compañeras de viaje (Catalina, Priscila y la Guiri) estudiaron en la misma universidad que mi hermana y le han ilustrado magistralmente en cómo hacer que alguien ponga unas cadenas sin tener que bajarse del coche.

"¿Van a venir los del otro apartamento?", Joel está tenso y está deseando empezar a pelotear. Insistimos en que se vista, pero rechaza nuestra oferta alegando un ausente calor. Después de cenar nos juntamos todos a tomar algo. Juegos y risas dan paso a un ambiente relajado y festivo. LLaman a la puerta. Pero estamos todos dentro así que no puede ser nada bueno. Se escuchan distintas opciones: "¡tiene que ser el bigotudo!", "es Labordeta seguro, ¡qué pase que le invitamos!". La desinhibición propia del momento hace que nuestro tono sea alto. Nuestro amigo Ángel (el coletudo) echa un ojo por la mirilla y confirma las sospechas del pueblo. Así que vuelve al salón diciendo que él no abre, que ¡¡es el bigotudo!!. Pablo pone coherencia y decide abrir ante el silencio general, sólo roto por las palabras de quien se encuentra al otro lado de la puerta: "Si, soy el bigotudo", apunta nuestro visitante. Descojone contenido dentro. Y es que la puerta era de papel y ese señor lo había escuchado todo todo y todo. Sabía yo que nos reíamos al final. No sería el último encuentro con nuestro amigo Labordeta.

Ya no se oye a Carlos, y eso sólo puede significar que duerme.

Mañana volvemos a casa. Han sido unos días increíbles en la nieve con un grupo de gente espectacular.


¡Un abrazo!