martes, 5 de marzo de 2013

SOBREVOLANDO ARGENTINA Y CHILE

De esto venía a hablar yo la semana pasada, pero me sobrevino a la cabeza nuestra aventura pirata en Capri y no pude echar marcha atrás. Eso debía ser contado. El como una cosa fue a dar con la otra es de una simplicidad abrumadora, tan sólo propia de mí mismo.

La pasada Navidad di con mis huesos en Ushuaia. No estaba previsto que volara a la conocida como Tierra de Fuego, pero las cicustancias resbalaron para que el mismo 24 de diciembre yo aterrizara en el aeropuerto de las Malvinas Argentinas, con mis pantalones cortos y mis chanclas brasileñas. Y con un frío que hacía allí de diez pares de pelotas. Y es que yo venía de Río de Janeiro, y me pensaba que todos los días iban a ser de samba y carnaval.


Había llegado al famoso Fin del Mundo, la zona habitada más meridional del planeta, y eso debía ser aprovechado. Mi hermanica, que por aquella zona se conoce bien el precio del kilo de bacalao, contactó con el hijo de un vecino que está formándose para ser piloto de líneas comerciales, y lo convenció para que nos diera una vuelta por las montañas con su avioneta. 

Yo nunca contaré que estaba acojonaete, pero aún así tuve que convencer, sin tener fuerzas para hacerlo, a Chopi (que es más cagona que yo) para que se subiera a ese avión. Esperando al piloto enfrente de los hangares del Aero Club de Ushuaia, se masticaba la tensión.


Y nos fuimos a dar un paseo por las montañas, hacia la frontera que separa Argentina y Chile. Y nuestro joven piloto no sólo fue majísimo y nos cobró menos de nada, si no que me dejó llevar la avioneta durante un buen rato, dándome un curso rápido de acrobacias aéreas para torpes. Pero mejor que veáis el vídeo que grabamos esa tarde, y que demuestra que estuvimos en las nubes. Pero esta vez literalmente. 



Capitán de navío mercante o piloto de altos vuelos, para un roto y para un descosido valgo señora.

No entiendo como no hay forma de colocarme.