miércoles, 24 de octubre de 2012

PUNTOS INTERCONECTADOS

El punto número 1.
Me viene una idea a la mente como una imagen desordenada, pero nítida como un rayo de sol proyectado en una pared a través de la ventana. Ocurre durante la segunda clase de cocina española para japoneses, y luchando entre tortillas y gazpachos, los alumnos me obsequian con la inspiración del buen estudiante. Son tan majos que da gusto pensar qué más se les puede enseñar de la gastronomía española, pero intentando darle siempre ese pulso de innovación para que todos sigamos igual de motivados. "Hay que hacerlo", pienso. Un día me traigo un jamón a la clase y aprendemos a cortarlo y, con esa genial excusa, nos pegamos un domingo de cañas y tapas al más puro estilo extremeño. 

Pero de eso hacía ya casi un año, y la casa seguía sin barrer.


El punto número 2.
A las ocho de la tarde de un viernes cualquiera había quedado con Pablo, Pedro y Marcos en la única salida habilitada en la estación del barrio coreano de Shin Okubo. Los famosos Sábaticos de La Sexta me llevaban de visita a un tablao flameco donde tenían concertada una entrevista para su programa. En cuanto puse el pie en ese bar situado en el sótano de aquel callejón lo ví claro. Era exactamente ese el lugar idóneo para celebrar el curso de corte de jamón con el que había fantaseado meses atrás. Tenía que ser ese, aunque seguramente el momento justo de maduración aún no había llegado.


El punto número 3.
En esa misma velada conocí a una de esas personas especiales con las que a veces nos cruzamos. Nada menos que el señor Chema, conocido como el Niño Cagao, era el personaje que estaba a los mandos de aquella poderosa nave flamenca. Fue suficiente ver a este hombre para confirmar que mis sospechas eran totalmente ciertas La siguiente clase de cocina se haría allí sí o sí. Chema me ofreció todo su apoyo y su arte para ponernos de acuerdo con el dueño del tablao en una fecha que, después de arduas negociaciones, quedaría fijada finalmente el 21 de octubre de 2012.  

El día J.


El punto número 4.
Me faltaba un lado sin el que cuadrado quedaba desnudo y desalmado. Porque una clase no es clase ni es nada sin un maestro en condiciones. Yo he aprendido bastante últimamente del tema del corte del pernil, pero sin duda los alumnos se merecían algo más que a un simple aficionado como yo. A la cabeza no se me podía venir otro que no fuera Raúl sensei, quien ya había ejercido como maestro de ceremonias durante dos años en el conocido y mítico Hanamón (para los profanos, celebración que consiste en jalarse un jamón debajo de los florecidos cerezos en la primavera tokiota). A su diestra se sentaría alguien que no puede faltar jamás a estos tinglaos: el gran Ikusuki, para traducir esta vez del japonés de Sevilla al español de Zalla.

La conexión.
Y estos cuatro puntos tan separados en la distancia y en el tiempo, formaron una red nerviosa de ilusión para que el proyecto pudiera ser cumplido. Y la comunicación establecida entre todos desembocó en un bar flamenco: Casa Artista, una clase repleta de hambre de jamón: 30 alumnos , un maestro ibércio cortador y su polifacético traductor: Raúl y Oskar, dos artistas del cante como Chema y Yui sobre el escenario, y un jamón ibérico de más de 9 kilos para terminar de redondear la cuadratura del círculo. 

Simplemente brutal.

En el comienzo de la clase, hablando sobre jamones, su tradición e historia.





El maestro con la víctima en sus manos.


 ¡Y al lío!


 

 


La criatura, que afortunadamente salió buenísima.



 


 


 





 









*Muchas gracias a Oskar por las fotos que le he pedido "prestadas".