Seguíamos la hoja de ruta como se nos había encomendado: muchos y buenos amigos, vino y unas croquetas de jamón que harían sombra a la abuela serrana más pintada. Al amparo de las doce, cuando casi habíamos dado con la solución final para el mundo, una cuadrilla numerosa se nos aproxima por el este. Alguien parece reconocer a alguno de los jinetes. "¡Coño, si es Farruquito!". Sí señores, y familia además. Unas quince personas de su compañía de "artistas" han elegido el mismo escenario que nosotros para bailar flamenco esta noche. Bienvenidos sean, por supuesto. Tras los saludos protocolarios, cada uno a lo suyo.
Al cierre del bar, se nos permite permanecer dentro y cada uno coloca sus fichas sobre el tablero. El equipo farruco escoge el fondo del pequeño local, quedándonos nosotros con la zona de entrada. Ya se corta jamón en la barra y comienza el cante y el baile bueno. Todo va como la seda.
En esa sosegada calma entra con fuerza el tío Xavi que, envalentonado por la espirituosidad de lo vivido, sale del baño cámara en mano y comienza a disparar fotos como si fuera el último día. Esto no parece haber gustado a nuestros colegas sevillanos, que lo sacan pasillo adelante pidiéndole explicaciones. Ra y yo mismo, nos acercamos en su ayuda sin saber aún qué pasa realmente. Se mascan momentos de tensión y amenazas. Cómo alguien tenga la mona floja aquí, se va a liar una hostiacina que van a tener que redecorar el bareto. A mí, por meterme en el pisto, hay uno que me ha echado el ojo y me dice que me mata...¡¡qué me mata!! Menos mal que no estamos en su territorio, porque el tío pesa cien kilos y me habría dado hasta en la gaijin card.
Gracias a nuestras pocas ganas de líos, y a la diplomacia del representante del elemento, todo queda en agua de borrajas y salimos de allí dispuestos a seguir disfrutando de que aún no había llegado el nuevo día.
De ahí, a cómo esa misma noche acabé con una máscara de carnaval y mordiendo una botella de Moët Chandon en un antro subterráneo, va un enorme trecho que no estoy dispuesto a cruzar.

¡Besos y abrazos!