No podría concretar en qué momento exacto ocurrió, en cierta parte porque seguramente no pasó de un día a otro, pero lo que es seguro es que de eso hace ya mucho. A donde quiero llegar es a que decidí por entonces sin elegirlo que quería estar lo más contento posible en todos los momentos posibles. Dicho así esto resulta evidente, por lo que me voy a intentar explicar un poco mejor. Bajo mi punto de vista tenemos un tiempo finito de vida (esto es así aunque no nos guste demasiado pensar en ello) y dado lo caduco de este tiempo, entiendo que lo ideal es utilizarlo de manera que se disfrute al máximo. Todos pensamos en esto alguna vez, pero mi idea es acordarme de este pensamiento cada mañana al abrir los ojos.
Esto no quiere decir ni por asomo que para ello haya que estar todo el tiempo haciendo locuras ni viviendo a una intensidad desmesurada, sino simplemente hacer de cada día si es posible una ocasión especial donde siempre pase algo, donde algún detalle haga de esa jornada algo especial. Y hablo de días como de un periodo a corto plazo cíclico de luces y sombras, pero podría decir también una tarde o una mañana, o de 25 minutos como la unidad de medida adecuada para acotar la felicidad. La que sea va bien, pero tiene que ser corta. No me vale con pensar en que mañana será el tiempo de ser feliz, lo único que me convence es sonreir hoy, sentirme a gusto, contento, ilusionado, pero tiene que ser AHORA. Y es que siempre recuerdo que ayer volviste a decir mañana, así que todos sabemos lo que dirás mañana.
Aplicar esta filosofía es más sencillo de lo que parece siempre que no le veas inconvenientes y no te cuesten más las especias que el guisao, que diría mi madre. Pero para eso ya te haces tú las cuentas. En mi caso, y como decía antes, no hablo de tener cosas locas que hacer, ni obligatoriamente disfrutar de lujos, ni que todo pase por lo material. Ni por supuesto tampoco todo lo contrario. Hablo de cualquier pequeña historia que te haga sentir bien, de encontrarte con algo nuevo a cada paso, lo que sea, si buscas seguro que hay millones de cosas que hace tiempo no te concedes como capricho. Así, administro los recursos de los que dispongo en cada momento para hacer lo que me ayude a sentirme vivo. Ejemplifico: que esta noche hay una cena que me apetece ir, pues me auto-pregunto ¿Puedo ir? ¿Da el asunto para ello?, y si así es voy sin pensármelo dos veces, sin tener que pensar en que si no voy, pues igual la semana que viene podría hacer esto o lo otro si me ahorro ese dinero. Que no puedo ir, no pasa nada, busco algo que me motive y que entre dentro de mis posibilidades de ese instante.
Y así lo aplico a cualquier ejemplo que se os ocurra; viajes, deporte, o una simple cita con un amigo que hace tiempo no tenía el placer de visitar. No entra en mis planes ser un "cuando cuando"; personas a las que yo denomino así porque se pasan la vida esperando a que llegue la siguiente excusa para ponerla como excusa de la anterior. Dicen que viajarán cuando cuando acaben la carrera, pero para cuando la han acabado dicen que no tienen tiempo porque están trabajando en una empresa que odian pero que cuando cuando ahorren dinero se cambiarán a otro trabajo que les haga felices. Y entre cientos de cuandos ven pasar la vida entre excusas encadenadas. ¡Ojo!, que me parece perfecto al que le cuadre ese rollo, infinito respeto por cualquier forma de vida, pero que yo no lo veo para mí. Sólo eso.
Ahora bien, mi política de gestión también tiene goteras cuando llueve. No evita de ninguna manera que a veces haya momentos malos que este método no es capaz de solucionar. La tristeza, la nostalgia o la soledad en muchas ocasiones no se pueden esquivar con las decisiones que uno toma a diario. Son fantasmas que vienen, nos recuerdan lo frágiles que somos, y si hay suerte, se marchan para no volver hasta la próxima tormenta. En fin, que mi barca también hace aguas. Pero es mi barca, y por el momento me gusta el rumbo que lleva navegando.
Todo esto podría resumirse en la manida frase "no se puede tener todo", pero prefiero quedarme con otra que refleja mejor mi manera de ver las cosas: "lo cambiaría todo por un poco más".
Y así lo aplico a cualquier ejemplo que se os ocurra; viajes, deporte, o una simple cita con un amigo que hace tiempo no tenía el placer de visitar. No entra en mis planes ser un "cuando cuando"; personas a las que yo denomino así porque se pasan la vida esperando a que llegue la siguiente excusa para ponerla como excusa de la anterior. Dicen que viajarán cuando cuando acaben la carrera, pero para cuando la han acabado dicen que no tienen tiempo porque están trabajando en una empresa que odian pero que cuando cuando ahorren dinero se cambiarán a otro trabajo que les haga felices. Y entre cientos de cuandos ven pasar la vida entre excusas encadenadas. ¡Ojo!, que me parece perfecto al que le cuadre ese rollo, infinito respeto por cualquier forma de vida, pero que yo no lo veo para mí. Sólo eso.
Ahora bien, mi política de gestión también tiene goteras cuando llueve. No evita de ninguna manera que a veces haya momentos malos que este método no es capaz de solucionar. La tristeza, la nostalgia o la soledad en muchas ocasiones no se pueden esquivar con las decisiones que uno toma a diario. Son fantasmas que vienen, nos recuerdan lo frágiles que somos, y si hay suerte, se marchan para no volver hasta la próxima tormenta. En fin, que mi barca también hace aguas. Pero es mi barca, y por el momento me gusta el rumbo que lleva navegando.
Todo esto podría resumirse en la manida frase "no se puede tener todo", pero prefiero quedarme con otra que refleja mejor mi manera de ver las cosas: "lo cambiaría todo por un poco más".
¡Pasad buena semana!
*Foto tomada en una playa de la Isla de Phu Quoc en Vietnam.