Ha pasado un año. Doce meses de novedades, tempestades blancas, locura y experiencias que tuvieron desde el principio un final. Cerca de la fecha caducidad de mi vida a este lado, es el momento de decidir hacia donde virar el rumbo de la nave antes de que comience a hacer aguas. Lo que puede parecer una elección complicada a convenir, no debería serlo tanto. Siéntate y exígele a tu cuerpo que pida por esa boca. Haz un ejercicio de puertas abiertas, no le pongas límites; tomar un camino u otro no es más que afrontar el difícil escollo de tomarlo. Las excusas que encuentras no son más que la máscara que usan tus ideas para esconder su cobardía. Mantente despierto, ávido, porque intentará seducirte para llevarte hacia la senda más amplia, la más calentita, la más segura.
Japón se ha convertido en mi patria de adopción. Ni yo pensé que así sería, ni ella me lo reclamó nunca; simplemente acabamos juntos y compartiendo una parte de nuestra existencia. Eso sí, desde el primer dado lanzado, los dos sabíamos que este juego no duraría para siempre. Una tarde de julio acordamos que el primer tiempo había sido un claro empate técnico, por lo que por entonces pensé que lo mejor era pedirle una revancha. Más que nada porque lo de dejarlo en tablas no me cabe en este cabezón que tengo.
Así, coloqué mis fichas como mejor supe y lancé mi ataque teniendo claro que iba a ser un duelo de caballeros. Que en mi estrategia no valía todo. Me quiero quedar, sí, pero no pagaría más que el precio justo por ello. Es un gusto competir en buena lid, contra un adversario que entiende la contienda como una batalla sana en la que ambos podemos llegar a pensar que hemos ganado. Dadas las buenas intenciones de las partes, sólo hizo falta un asalto para que me enrocara a bastos y cantara mis cuarenta a chicas, lo que nos llevó sin remedio a acordar las normas que regirían nuestras próximas partidas juntos. Nos miramos a la jeta, nos dimos la mano y quedamos para el próximo lunes en el mismo sitio, a la misma hora.
Me quedo. Me voy.
Me voy de vacaciones un mes a España a disfrutar de mi familia, a darle el mono a mi guapa sobrina, a ver nacer a la que viene de camino, a tomarme una caña, a reunirme con mis hermanos, a jugar un partido de fútbol de los de antes, a asistir por trigésimo primera vez consecutiva a la Feria de Albacete, a abrazar a amigos que echo mucho de menos, a comer jamón y queso manchego como si no hubiera mañana, a disfrutar del calor de casa.
Japón se ha convertido en mi patria de adopción. Ni yo pensé que así sería, ni ella me lo reclamó nunca; simplemente acabamos juntos y compartiendo una parte de nuestra existencia. Eso sí, desde el primer dado lanzado, los dos sabíamos que este juego no duraría para siempre. Una tarde de julio acordamos que el primer tiempo había sido un claro empate técnico, por lo que por entonces pensé que lo mejor era pedirle una revancha. Más que nada porque lo de dejarlo en tablas no me cabe en este cabezón que tengo.
Así, coloqué mis fichas como mejor supe y lancé mi ataque teniendo claro que iba a ser un duelo de caballeros. Que en mi estrategia no valía todo. Me quiero quedar, sí, pero no pagaría más que el precio justo por ello. Es un gusto competir en buena lid, contra un adversario que entiende la contienda como una batalla sana en la que ambos podemos llegar a pensar que hemos ganado. Dadas las buenas intenciones de las partes, sólo hizo falta un asalto para que me enrocara a bastos y cantara mis cuarenta a chicas, lo que nos llevó sin remedio a acordar las normas que regirían nuestras próximas partidas juntos. Nos miramos a la jeta, nos dimos la mano y quedamos para el próximo lunes en el mismo sitio, a la misma hora.
Me quedo. Me voy.
Me voy de vacaciones un mes a España a disfrutar de mi familia, a darle el mono a mi guapa sobrina, a ver nacer a la que viene de camino, a tomarme una caña, a reunirme con mis hermanos, a jugar un partido de fútbol de los de antes, a asistir por trigésimo primera vez consecutiva a la Feria de Albacete, a abrazar a amigos que echo mucho de menos, a comer jamón y queso manchego como si no hubiera mañana, a disfrutar del calor de casa.
*Foto de Pedrulas: Sr Thompson y el tío Chiqui durante un atardecer en la Isla de Mindoro, Filipinas