
Cuando llegué a Japón me presenté naturalmente como Fernando. Sabía que se me haría raro dado que el hecho de que alguien me llame así en España es anecdótico. Yo me llamo Chiqui y así me llama todo el mundo. Como muchos sabréis, aquí la gente se dirige a los demás llamándoles por su apellido + "san" (Ej: Sakurai san), como signo de respeto. A los jefes y seniors les ponen "sensei" en lugar de "san". Es cuestión de costumbre pero es extraño ver que personas jóvenes que trabajan juntos tantos años se llamaran de esta manera tan solemne. Pues sin darme tiempo a reaccionar en las primeras cañas con los del laboratorio deciden que a mí me van a llamar Ferichan, es decir, Fernandito. Y así me he quedado. Debo tener algo en la jeta que no impone respeto. Algo tiene que ser. En España puedo ser más pequeño, pero aquí no. Maldita sea.
Por supuesto acepté mi nombre de buen grado. Lo peor vino después. Cuando me explicaron el significado literal de los kanjis que forman mi nombre. 増 難度 = Que crece con dificultad. Que jodida es la guerra.
¡Buen fin de semana!