"Años hace desde que un reducido grupo de albaceteños emprendimos una marcha en busca de la tierra prometida. Puede ser casualidad que aquella búsqueda comenzara exactamente en el año 2000. Pero sólo puede que así sea. Cuatro fuimos los fundadores de esta tontina. Creímos que acabaríamos dando con él y compartiendo sus placeres. Distintos expedicionarios se unieron de ahí en adelante. Fueron tiempos duros siguiendo rastros débiles y pistas falsas. Francia, Alemania, Croacia, Italia, Suiza, Austria, Estonia, Suecia, Finlandia, Letonia o Japón fueron sólo algunas de las tierras que peinamos intentando darle caza. Nada. Todo resultaba inútil. ¿El Maná no existía?"
No pensaba irme de México sin visitar a Brenda. Su ciudad nos queda un poco a desmano pero al menos yo pienso ir. Finalmente Thompson y Gurdi se unen. Rompemos el grupo madre y nos despedimos hasta un próximo encuentro. Vamos en taxi porque aquí es uno de los pocos lugares donde nos lo podemos permitir. Además de la comodidad recibimos una clase inesperada y magistral sobre política y sociedad Mexicana. Dos por uno. Llegamos a Pachuca, provincia de Hidalgo, dos horas al Norte de DF.
La madre de Brenda nos recibe "Brendita salió un momentito no más, esperen dentro, están en su casa". En el salón ya esperan dos chicas más. Tomamos asiento algo desconcertados. Conversaciones de ascensor intentan acortar la espera. Brendita ya está aquí escoltada por dos amigas más. Gurdi no para de darme golpes ocultos mientras en algún descuido de los presentes me susurra "Manaaaaaaa...Manituuuuuu". Thompson también parece nervioso pero no dice nada. No puede ser.
Increíble. Siete amigas y un amigo de Brenda se han cogido un día de vacaciones para hacernos de anfitriones. Nos montan a cada uno en un coche. Yo voy acompañado de cuatro chicas majísimas: Marisol, América, Tita y Joice. Primera gasolinera volantazo a la derecha y a llenar los coches de cerveza. Seguimos, nos llevan a pasar el día a un lago. Risas, cervezas y cruzadas, muchas cruzadas y besos y abrazos y más besos. Nos hacía falta un poco de cariño. Al ocaso, vamos a por unas enchiladas picositas picositas mientras un Mariachi ameniza la pitanza. Estas pachuqueñas son peor que nosostros. Cómo toman las amigas.
Nos dejan a las nueve en la puerta del hotel (cortesía de la madre de Brenda) con una castaña del quince, dándonos una hora para estar de vuelta en la misma puerta arreglados y listos para salir. El ritmo es infernal pero de momento aguantamos. Albacete de fiesta por Pachuca bebiendo tequilas y clamatos. ¡Joerrrr! Se está haciendo de noche, y entra en vigor la ley del silencio. Con las ganas que tenía yo de acabar la historia. Malditas noches secretas.
Desde las doce de la mañana hasta las cinco de la siguiente disfrutamos de la generosidad, hospitalidad, simpatía e infinita amabilidad de las pachuqueñas.
De corazón GRACIAS.
"Han sido casi diez años buscándote. Mereció la pena"
¡Un abrazo!