miércoles, 26 de septiembre de 2012

NICHITSU, EL PUEBLO FANTASMA

Asomaba tímido el verano cuando recibimos la invitación por correo de Pablo para una misteriosa excursión. Iríamos a pasar al día a Nichitsu, una pequeña ciudad enclavada a las faldas de una mina que dijo basta allá por los años ochenta. Los que allí trabajan emigraron hacia tierras más prósperas dejando atrás sus casas y sus recuerdos intactos. Pues bien, la idea era adentrarnos en aquel poblado abandonado para hacer algunas fotos en un arte que algunos han acertado a llamar Haikyo (廃墟). A nuestra llegada fuimos avisados de que no éramos bienvenidos a cruzar el umbral, ofensa a la que nuestra representante Nerea respondió como sigue.


Detrás de lo prohibido nos esperaba un pueblo lleno de viviendas donde el paso del tiempo había desgastado muchos de los materiales, pero donde sorprendentemente otras cosas permanecían en un estado muy bueno, dando la sensación de que pocos habían pasado por allí antes que nosotros.





Entre suelos podridos que crujían bajo mis pasos me peleaba yo por hacer alguna foto decente con la cámara que un día fue de Oskar. No pasaba excesivo miedo por aquello de la protección del grupo, pero en cuanto me ponía a investigar un poco a mi bola y me perdía por las estancias de algún edificio la cosa cambiaba, y ante el primer ruido extraño buscaba como un cachorro el amparo de la manada para escapar de mis temores infundados. Lo que uno no espera, desde luego, es que en un sitio abandonado durante treinta años, al coger el teléfono, siga dando línea.





Entra habitaciones, baños y cocinas varias lo más impactante estaba por llegar. Localizamos lo que había sido un hospital-clínica y para dentro que nos fuimos. Algunas habitaciones para pacientes al principio del pasillo daban hacia un pequeño quirófano, un espacio donde se practicaba la odontología y un laboratorio. Éste último conservado de una excelente manera, con muchos de los recipientes y reactivos todavía colocados en su estante cubiertos del polvo que había dejado el paso de los años. Acojonante esta parte.







La visita duró todo el día, y terminó en un edificio de dos plantas que parecía haber servido como residencia para estudiantes. En éste concretamente, daba la sensación de que la gente había tenido que irse a toda prisa de sus casas. Muchos de los objetos personales y cotidianos seguían intactos, y se hacía divertido intentar adivinar qué tipo de personas habitaban aquellas habitaciones observando sus pertenencias. Aún  no alcanzo a entender como un lugar así puede permanecer tres décadas en ese buen estado de conservación, pero sinceramente me alegra que todavían puedan pasar cosas así.





¿Quién hay ahí maldita sea?

*Así lo vivieron Guille y Nerea.

lunes, 24 de septiembre de 2012

EL CABEZÓN IBÉRICO

Rezan las voces populares que el hombre es el único animal que es capaz de darse dos veces de bruces con la misma piedra. Dudo mucho que no haya por ahí alguna otra raza de mono que tenga tamaña habilidad, dadas las evidentes similitudes interespecie. Aunque Dios me libre de ir contra el sabio pueblo, que bien sabe como ser soberano.

Allá por marzo de 2011 puse en marcha la que sería conocida como Operación Jabugo. Para los nuevos y profanos en mis operaciones secretas, aquella consistió en intentar introducir un pernil completo en suelo nipón, con insólito resultado. Aquel jamón acabó siendo devorado meses despúes en la habitación de un hotel de la ciudad china de Macau. Para el que no se entere de lo que estoy hablando que lea aquí y aquí.

Antes de embarcar en el vuelo que me devolvería a mi casa, encontré en el aeropuerto de Tokio una advertencia para los osados que se atrevieran a transportar carne a Japón. Parecía que a esos simpáticos perricos les gusta el cerdo ibérico igual o más que a nosotros, así que cuidado. Y aquello se quedó en una esquina de mi cabezón sin que yo me acabara de percatar del todo.


Tras parpadear dos veces me dí cuenta de que se habían terminado mis vacaciones en España. Tiempo para ir a comprarme algunos caprichos de los que no puedo disfrutar en Japón. Enfrascado en una entretenida charla con el charcutero que me cortaba unos trozos de queso manchego, decidí que había llegado el momento de intentarlo de nuevo. - ¿Paletilla entonces al vacío? - me preguntó. - ¡Venga! -, respondí. - Pero, ¿normal o de Jabugo? -, me dice el tío mamón. ¡Qué demonios! ¡Si voy a intentarlo lo intento bien señora!

Y allí estaba yo de nuevo enfrentándome a mis fantasmas, en la cinta esperando mi maleta con varios de los perricos come-carne olisqueando todo lo que se movía alrededor. Maldita sea qué momento tan malo. Sale la mía y la cojo raudo dirigiéndome hacia uno de los controles. Trámites mediante, yo intentaba despistar al policía hablándole cuatro palabras en japonés. Eso fue justo antes de que me dijera que podía pasar sin más. ¡Oh Dios mío! Estaba dentro y mi jamón venía conmigo para ayudarme a pasar los primero momentos de nostalgia patria. Esta vez sí joder.


¡Buena semana!
**Ojo al logo especial para el otoño del gran Andrés Jarit. ¡Gracias!