A los primeros nos llamaron locos. Y desde luego no les faltaba razón, ya que ni siquiera nosotros creíamos firmemente en nuestra cordura a pies juntillas. No buscábamos oro ni riquezas, sólo asomarnos por la ventana de un mundo nuevo empujados por la curiosidad de disfrutar de otras vivencias, por el interés de compartir las inquietudes y rarezas de culturas lejanas. Hoy los locos han cambiado de bando. Muchos de los que decían trigo, ahora dicen que es de tarados quedarse en un país que da la sensación de no poder aguantar mucho más.
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Los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla". Somos un país con un pasado emigrante reciente. Tan reciente que muchos de los que lo vivieron aún están con nosotros. En cuestión de pocos años pasamos de un extremo al otro, recibiendo a una inmigración que no tratamos con el respeto con el que nos hubiera gustado ser tratados en nuestro forzoso exilio.
Eran días de opulencia, y nos felicitábamos de poseer todo cuanto queríamos tener. Había tanto dinero, que hasta se invertía en investigación, en desarrollo, en formación de buenos profesionales con malas becas y contratos temporales. Olvidamos sin embargo buscar para ellos un camino laboral para devolver al país la ayuda recibida. Olvidamos pensar en un futuro sin ladrillo y cemento. Eso ya lo haríamos luego.
Hoy todas esas inversiones con brazos, piernas e ilusiones, escapan a ofrecer su fantástica preparación a quien tenga a bien acogerles. Hoy somos de nuevo
emigrantes. Con otro perfil, adaptados a los nuevos tiempos,
refugiados económicos, pero emigrantes por definición y derecho. Seguro estoy de que encontraremos soluciones para resolver esta complicada situación. Seguro estoy de que volveremos a olvidarnos de asfaltar esa senda que permita ofrecer posibilidades y alternativas.
Hablando con una amiga la semana pasada me hacía ver que su situación era
normal. Joven, licenciada, doctora y en paro. No de un modo temporal, sino tras muchos meses de búsqueda infructuosa. Tristemente no tuve que reflexionar mucho rato para darme cuenta de que tenía toda la razón; me faltaban dedos para contar a los amigos en la misma situación. Y si algo es tan frecuente se convierte inmediatamente en
normal. No hay otra. Así que toca moverse, y ya hasta los más reacios empiezan a claudicar en su empeño de permanecer en sus lugares de origen. Le deseé la mejor de las suertes que os deseo a todos los que hoy emprendéis vuestro camino. Disfrutad y no miréis demasiado atrás, que hace daño.
Dejamos olvidadas cajas de cartón llenas de historias, que nunca más serán abiertas. Dejamos sacos de preocupaciones que cada mañana se encargan de rellenar nuestras madres, hasta arriba, cerrándolos con la cuerda de argumentos como "
tienen un buen trabajo", "
allí son felices", que utilizan en vano para acallar sus almas.
Somos tíos, primos o hijos virtuales. Aunque curiosamente esta lejanía personal nos mantiene más cerca que nunca de nuestras familias. Vivimos aquí sí, pero sentimos allí.