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martes, 19 de mayo de 2015

EL NIDO, ISLA DE PALAWAN, FILIPINAS

Volver a viajar. Después del intenso último año errando por el mundo, se me estaba haciendo especialmente duro este comienzo de 2015. No es que tenga mucho de que quejarme, pero cuando se ha sido libre, libre de verdad, resulta tedioso rodearse de nuevo de hormigón y cemento para seguir construyendo esta obra de teatro a la que llamamos vida.

Y así empezó todo. Disponía de unos días de vacaciones en mayo, así que abrí mi explorador para buscar billetes de avión, algo que es en sí mismo una manera de relajar el estrés de un mal día. No es raro que mis pulgares apunten a Filipinas, un destino cercano y del que guardo tan gratos recuerdos. Y es allí donde encontré una combinación interesante que me cuadraba en fechas. 

Lo habitual hubiera sido pensarlo dos veces, pero esta vez no fue el caso, y compré el boleto sin más con el objetivo de no acabar pagando el doble, como me pasa casi siempre. No tenía ni compañeros de viaje ni todas las vacaciones confirmadas, pero había hecho lo más difícil, convertir ese viaje en mi prioridad absoluta, ahora él mandaba sobre cualquier otra lluvia de mayo. Y lo demás vendría solo. 


El Nido es un pequeño pueblo al norte de la Isla de Palawan de apenas tres mil habitantes. Para llegar hasta allí vía aérea existen dos opciones: volar directamente al pequeño aeropuerto de El Nido desde Manila (con la agencia Island Transvoyager Inc), o la opción barata: volar hasta Puerto Princesa, y desplazarse hasta allí con bus (6 horas, 450 pesos, 9 euros) o furgoneta compartida (5 horas, 500 pesos, 10 euros). Hay varias compañías que vuelan a Puerto Princesa, pero sin duda la que ofrece mejores precios y horarios es la filipina de bajo coste Cebu Pacific.



Una vez en El Nido, las opciones son fantásticamente escasas. Lo primero es buscar alojamiento adecuado, y una vez allí ponerse las chanclas y el bañador, atuendo que no volveremos a guardar en el ropero hasta abandonar el lugar, ya que así lo dicta la ley de la playa. Lo segundo, alquilar una moto (negociando bien puede salir a unos 400 pesos, 8 euros, cada día), porque hay mucho sol que coger e infinidad de playas que visitar en los próximos días. Así, sin calentar, el primer día nos decidimos por la playa de Las Cabañas.




Primeras horas de adaptación para el grupo, porque, aunque aún nos había contado, finalmente hasta cinco fuimos los integrantes de la expedición. No todas a la vez, cada uno un poco a su bola, pero haciéndonos compañía a ratos y dejando atrás recuerdos imborrables de un tremendo viaje juntos. O casi.

Otras de las actividades que permiten la leyes del paraíso es el conocido como Island Hopping, que aunque suene a británico subido, no es más que subirse en un barco e ir brincando de isla en isla entre baños, cañas y zumos de mango, a ser posible. Plan estratega que dejamos para la segunda jornada. Existen cuatro tipos de tour que operan todas las agencias: A, B, C y D, y cada uno recorre una zona diferente. Nosotros hicimos el C por recomendación de otras viajeros, y nos gustó señora, nos gustó.





Los alojamientos en El Nido son abundantes y variados. Podéis encontrar desde 400 pesos (unos 8 euros) habitaciones/cabañas dobles con ventilador en la zona interior. De ahí para arriba, las opciones son muchas: pensiones, hostales, bed and breakfast, posadas y hostales pueblan la zona para que todo el mundo pueda escoger a su gusto. Casi todas ellas incluyen un sencillo desayuno. Además de en el  propio pueblo, los alojamientos se extienden por las playas aledañas de Corong Corong o Las Cabañas.

Como somos un poco pijos, nosotros nos decidimos por unas cabañas en el pueblo y justo frente al mar (con aire acondicionado), pero sobre todo con unas vistas mañaneras que te sacaban del sueño de la forma más dulce posible. Un salto, y tocábamos la arena, dos saltos, y dentro del agua. Y si no, mira mira.



Fue mi sexta visita a Filipinas, y desde luego este lugar pasa a ser mi favorito hasta la fecha del país de las sonrisas.Y es que El Nido es sudeste asiático en estado puro: playas de aguas claras, buceo de calidad, clima templado, tranquilidad, gente sencilla, viajeros con muchas historias que contar, zumos de frutas, atardeceres, fiesteceta y precios asequibles que invitan al visitante a relajarse y disfrutar, a olvidarse por unos días de sus rutinas para zambullirse en las de otros; esas que nos quedan tan lejanas y distantes y que tanto apreciamos.

¿Qué más se le puede pedir a unas vacaciones?

Atardecer en la playa NacPan






Atardecer en la playa de Las Cabañas


jueves, 30 de junio de 2011

VIKINGOS

Se asume que el dueño del pub, harto de pedirlo educadamente, ha decidido apelar a otros sentimientos masculinos más desarrollados que su respeto.



Y el sitio estaba relativamente limpio.

Bien, monos, bien.

*Visto en Cebú, Filipinas.

miércoles, 8 de junio de 2011

FILIPINAS, PLAYAS DE CEBÚ

Nuestro destino dentro de la isla de Cebú fue Moalboal. Esta parte de la isla es muy popular entre los aficionados al buceo, por la gran cantidad de arrecifes y fauna marina presente en sus costas.


En la foto, se puede observar al fondo la Isla Pescador. Para mí, el mejor sitio para hacer una inmersión de esta zona. Las imprevisibles y fuertes corrientes, y los enormes bancos de sardinas hacen del lugar un sitio mágico para sumergirse y disfrutar.


Pero Moalboal tiene más. A tiro de moto, podemos encontrar alguna playa de arena decente, donde poder descansar y olvidarse de todo. Aguas templadas y muchos simpáticos filipinos en familia, pasando un día en el mar.





Y allí estuvimos. Relajándonos e incluso haciendo amigos. Y sí. Tal como imaginabáis, los derechos de imagen de esos dos pedazo de modelos están reservados.



¡Un abrazo grande!

lunes, 30 de mayo de 2011

LA RUTINA DEL CAOS


La rutina amarga y cálida. Despertarse inmerso en la densa inercia, a la hora de siempre, en idéntico escenario. Moverse en el mismo orden de cada día, como en un baile mil veces ensayado. Sabe hacerlo solo. El cuerpo se acostumbra a dinámicas cómodas, sin sobresaltos. No es menos cierto, que menos es más. Ni más ni menos mentira. Esas aguas calmadas esconden terribles peligros, pero vistas desde la superficie transmiten un tranquilizador sosiego, inquietante; sobrecogedor desde mi lado de la ventana. Hoy no es más que otro día más.

Mientras, nada permanece estático. Algo que yo quiero disfrutar está ocurriendo ahora, en este mismo instante, en muchos más lugares de los que alcanza a comprender mi embotada cabeza. Y seguro que es mucho mejor de lo que imagino. Dedico tiempo a entenderlo, a estudiar el cómo y el cuándo. Pero será lo justo para sentir que es el momento preciso. Y será pronto.

Día, noche, calor, lluvia, frío. Estamos entrenados para vivir en ciclos infinitos. No hay opción, no podemos elegir en qué parte del círculo preferimos quedarnos. Pasamos de puntillas por las etapas que nos disgustan, para llegar a nuestro preciado destino, del que salimos irremediablemente para esperar de nuevo su llegada. Atrapados en una prisión de paredes gruesas e invisibles.

En algún momento sentí que mis veranos se hacían siempre cortos, que el calor duraba demasiado poco bajo mis pies. Por contra, los inviernos resultaban terriblemente pesados, aburridos, eternos. Pero eso se ha terminado, estoy decidido a cambiar el reloj de hora, a darle un giro al ritmo de las cosas. Me voy. Me voy a cazar esos sueños perdidos. A intentar destruir la organización milimétrica del indomable gobierno del caos.


*Foto: atardecer en Moalboal, Filipinas.

martes, 24 de mayo de 2011

OPEN WATER


En Filipinas llegó el momento de graduarse bajo el mar. Ya había ganas, y más después del bautismo del pasado verano en Tailandia. Sólo cinco días para aprender a moverme por las fosas marinas cual anchoa cantábrica. Y digo sólo, porque uno más bien ha sido siempre de secano. Y lo de respirar a veinte metros de profundidad, cargado con mil trastos, y procurando mantener tu propio nivel de flotabilidad, pues no resulta nada fácil así de primeras.




Cada mañana, barco hacia una zona distinta, y a disfrutar de los corales, de los pececicos, morenas, tortugas y gusanos que habitan la costa de Moalboal. En dos días ya me encontraba muy cómodo y sólo podía pensar en cuando me iba a volver a sumergir. Otra vez, otra vez, como los chiquillos.




Tras un pequeño y, por qué no decirlo, engorroso examen, obtuve mi licencia oficial para poder bucear en cualquier escuela del mundo. Para los no duchos en la materia, instalados en la estepa manchega y alrededores, os dejo con una clase magistral de un maestro (si se me permite la redundancia) en buzos.

Cuánto por aprender.

E u genio from Fernando Picazo on Vimeo.



*Fotos submarinas de la tía Nerea

domingo, 15 de mayo de 2011

MANILA

Cuando uno pasa de una ciudad con muchos millones de habitantes, como es Tokio, a otra con otras tantas millones de almas viviendo juntas, espera, al menos, encontrar ciertas similitudes. Más, si tenemos en cuenta que son dos grandes capitales situadas en el sudeste asiático.


No tardarás, sin embargo, en darte de bruces con diferencias vestidas de contrastes que te mostrarán el destino que acabas de pisar. Al bajar del avión, ya se siente un cambio de temperatura brutal. Diez grados más en la frente, que mantienen a la ciudad a unos 32ºC durante las 24 horas del día. Hora de abandonar la primavera y ponerse en pelotas. Chanclas y pantalones cortos, que ya no nos abandonarían en el resto de nuestra estancia.



En cuanto tengas tiempo de parar a tomar un café o un zumo para recuperar fuerzas, te darás cuenta de que te fuiste de una de las ciudades más caras del mundo, para aterrizar en una de las más baratas. Precios populares que invitan al disfrute sin preocupaciones. No, en serio, muy barato, una placentera locura para no tener que pensar en presupuestos.




Parcialmente habituado, paseaba yo tranquilo por un centro comercial. Como un niño, explorando, buscando cosas que aprender de este nuevo planeta. Algo raro pasaba. Aquí parece que el mundo ha dejado de mirarse los cordones de los zapatos. Maldita sea, la gente nos mira.



Una de las cosas que más echo de menos donde vivo es el contacto visual. Pero en Manila lo recuperé de un golpe. Y además a lo grande. La gente te mira a la jeta sin complejos, mucho más que en España, millones de veces más que en Japón. Pero digo más, todo el mundo te suelta una sonrisaca enorme. Y no pasa nada, no se acaba el mundo, son sonrisas que ayudan al de tu lado a sonreir.

Sin posibilidad de dudarlo, lo que más me ha gustado de este gran país.

¡Buena semana!

Off-topic: ¡las camisetas llegan ya esta semana!

domingo, 8 de mayo de 2011

LA MADRE QUE ME PARIÓ

No me creo que haya llegado el día. Como mandan los canones aquí, el viaje estaba planeado desde hace ya mucho tiempo. La Golden Week japonesa da su permiso a todos al tiempo para relajarse y viajar. Y claro, lo de salir todos los nipones juntos, se intuye, cuando menos, inquietante.

Ante la mirada de algunos incrédulos curiosos, aguardamos nuestro check in dando buena cuenta de un espectacular bocata de tortilla de patatas con tomate. No sé lo que parece que parecemos, pero lo que parece claro es que nos parece estar buenísimo. La cola que nos espera es digna de una salida de vacaciones como ésta. Decidimos hacer acopio de fuerzas y hacerla tres eslabones más larga.

Buen sitio un aeropuerto para cargarse de felicidad. Unos y otros andan contentos, comentando la jugada, ilusionados porque se avecinan cambios inminentes. Lo que nos cuesta decidir un cambio en nuestro camino, y lo que nos gusta. Son la sal de este juego, lo que nos mantiene vivos y despiertos.

Ya nos toca. Pasaportes por favor. Después de unos minutos, la señorita siente especial curiosidad por el mío. "¿Sabe si puede usted entrar a Filipinas con una caducidad inferior a seis meses?" - pregunta. La virgen. Pues ni idea, pienso. Pero enseguida reaccionamos diciendo que sí, que por supuesto. "Si no les importa, voy a llamar a su servicio de inmigración para comprobarlo". Madre mía, qué cagada. Las patejas ya me tiemblam mientras la veo hablar por teléfono a lo lejos. Contactar con un funcionario filipino le llevará su tiempo. Mira que son majos, pero lo que es prisa, lo que llamamos urgencia, no tienen ni la han conocido. Antes que nadie, Guille ya ha consultado la web del Ministerios de Asuntos Exteriores español. En efecto, necesito seis meses de caducidad para poder entrar al país, y ni siquiera tengo tres. Me río porque no tiene sentido otra cosa. Es que no para de cagarla, no me canso de errar. Vuelve la azafata para resumirnos que no ha podido concretar nada, que si quiero puedo viajar, pero bajo mi responsabilidad. Si al llegar no me dejan entrar, el problema será mío y sólo mío. Accedo, qué otra cosa puedo hacer.

En el vuelo, pienso en la que me espera. Creo que mis amigos se van a reir para siempre si me quedo viviendo en la zona internacional del aeropuerto. Me imagino habitando en un limbo jurídico inventando mi propia república independiente. Tengo que pensar un nombre con tirón. Ya en inmigración, entendemos que es mejor que pase entre Guille y Nerea, por aquello de intentar despistar con varios pasaportes de la misma nacionalidad. Anna, una amiga con la que hemos coincidido en el avión, es la que abre fuego. En un minuto, tres policías ya le preguntan si es soltera e intentan ligar con ella, dinámica que continúan con Nerea durante su turno. Como buenos monos, se encuentran hiperexcitados con la presencia cercana de las hembras. Está claro que es mi momento. Paso, entrego, mira y sella. Dios. Estoy dentro, aunque nunca creo que llegue a saber por qué con claridad.

Sólo una hora después, bebemos unas cervezas locales y disfrutamos de la gastronomía filipina en casa de unos amigos en Parañaque. Menudas curvas para llegar.


¡Buena semana!

martes, 26 de abril de 2011

DESCANSO Y RISAS

Esperaba este tiempo con tremendas ganas. Ha sido duro contemplar al mundo de vacaciones durante la pasada Semana Santa. Pero ahora nos toca a nosotros, ya que a partir del próximo viernes comienza en Japón la Golden Week. Llamada de esta manera por la coincidencia en estos días de varios festivos. El viernes 29 de abril coincide con el cumpleaños del anterior emperador (Hirohito), y se conoce como Día de Shōwa (昭和の日), en referencia a la Era del mismo nombre (1926-1989). El martes 3 de mayo se celebra el Día de la Constitución (憲法記念日), que data del año 1947. Sin apenas descanso, la jornada siguiente, el 4 de mayo, se denomina Día Verde (みどりの日), y se justifica como la festividad para la contemplación de la naturaleza. Y por último, el jueves 5 de mayo es conocido como el Día de los Niños (こどもの日), que no quiere decir más que lo que dice.

Pues haciendo cuentas, y me llevo una, y montando un puentaco los días 2 y 6 de mayo, me salen once días de vacaciones. Temporada que el tío Chiqui va a aprovechar para irse a visitar Filipinas y a disfrutar de playa. Con el permiso y la grata compañía de los queridos lorcos.


Después de un par de días conociendo Manila, nos iremos unos cuanto más a Cebú, una preciosa isla al sur. El plan diario no podría ser más sencillo: buceo, desayuno, playa, cerveza, comida, siesta, buceo, cerveza, langosta, copa, risas, cama. Y así ocho días.


Mientras escribo esto, los recuerdos me han llevado irremediablemente a mi viaje a México de 2009, donde pude disfrutar de parecida rutina en las fantásticas playas de Tulum. Os dejo este vídeo recordatorio que nunca me canso de ver. Qué despliegue.




Estaremos unos días sin vernos, echadle un ojo al blog mientras tanto.

¡Un abrazo!