miércoles, 28 de marzo de 2012

ACTIVANDO ALBACETE-JAPÓN EXPRESS



Aunque la última etapa viene rodando desde el pasado septiembre, este proyecto nació hace nada menos que 15 meses en las cálidas aguas de un onsen de la isla de Miyajima. Entonces me imaginé cómo sería mostrar el país que tanto me estaba sorprendiendo a gente de mi tierra. No era más que una idea difusa. No eran más que imágenes en mi mente que el vapor que se desprendía de las aguas termales donde disfrutaba de aquellos baños parecía hacer borrosas.

Y después vino todo lo demás.

Aquel 11 de marzo hizo temblar los cimientos de esa ilusión. Unos días más tarde serían los miedos y los medios los que acabarían por demolerla del todo. Una puntilla que para entonces me pareció definitiva, pero que creo me duró 19 días. Necesité menos de la mitad del doble de fuerzas que en la primera ocasión para hacer reflotar esta barca. Tenía que convencer a Joel y Nica (ver foto adjunta) que merecía la pena volver a intentarlo, cuando ni siquiera yo lo acababa de tener muy claro. Son dos monos fáciles de liar, y sólo tuve que distraer sus sentidos con el noble arte de la gastronomía para que entraran al trapo en una jornada que quedará para el recuerdo. El encuentro "No paro de equivocarme" posterior fue el que consiguió convencerme a mí definitivamente. Muchos viajeros acudieron con la camiseta que fuera el símbolo de aquel viaje frustrado para recordarme que el espíritu seguía vivo.

Y que había que seguir equivocándose.

Y aquí estamos medio año después, a tres días de coger un tren que me lleve a Narita a esperarlos con nervios delante de la puerta de llegadas. Con todo preparado (creo) para hacer de todo este tinglao una aventura irrepetible. En el grupo de facebook que compartimos los viajeros ya se siente el pre-viaje; una de esas etapas imprescindibles y que se vive con mayor intensidad. Preguntas, risas nerviosas y bromas que hacen que se vaya haciendo grupo antes de que el viaje empiece su camino. Ya se intuyen cosas. Veo ganas de ver y de hacer, veo gente joven, con fuerza, que viene a disfrutar la experiencia a tope, a visitar templos y ciudades, pero también a aprender de la gente y la cultura. Y veo que quieren también salir, amigos, que esta gente no se quiere quedar en el hotel ni atados.

Y veo que voy a estar 8 días sin dormir.

¡Bienvenidos!

domingo, 25 de marzo de 2012

TODO A SU SERVICIO



No me cansaré de comentar las bondades del excelente servicio de atención al cliente que se despacha habitualmente en este país. Muy mala suerte tendrás si te toca un dependiente o camarero con poca educación o que te atienda con cara de perro. Los empleados de cualquier oficina, cafetería e incluso (y sorprendentemente) gasolinera se desviven por ofrecer un trato eficiente y rápido. No importa cuál sea el negocio, todo el mundo sabe comportarse y tratar a los clientes de una manera fantástica. Seguramente pensaréis que exagero si os digo que no recuerdo un sólo incidente en todo mi tiempo aquí relacionado con el tema. Pues vale, será que exagero.

Cabría entonces indagar sobre los motivos de tal fenómeno. Y creo que ya lo tengo. Deben ser las grandes propinas que aquí se dejan. Error. Este es el único país que un servidor ha pisado en chanclas en el que no sólo no se tienen que dar propinas, si no que como se te ocurra hacerlo salen a por tí a la calle para devolverte el dinero que hayas dejado. Si no es eso, la respuesta tiene que estar necesariamente en que se cobran unos sueldos muy altos. Y en Japón los salarios sí que son superiores a la media en España, pero en el sector servicios suelen ser, como en otros sitios, bastante normalitos. No cobran mucho y no ganan propinas. Y allí están siempre con una gran sonsrisa dispuestos a ayudarte y en ocasiones corriendo (literalmente) para darte la bienvenida a su negocio.

El truco a mi entender está en que hay mucha gente trabajando en todos sitios. Esto mejora considerablemente el servicio y además hace descender la tasa de desempleo, lo que parece una inteligente estrategia conjunta en una nación con visión de conjunto como ésta. Acostumbrado a ésto, cuando vuelvo a España es como encontrarse de bruces con un gran jarro de agua fría. No quiero decir que no haya buenos trabajadores, al contrario, los hay por miles. Pero estaréis de acuerdo conmigo en que no es extraño encontrarte el primer incoveniente, cara larga, falta de educación o simple desidia en cuanto has entrado a cinco comercios distintos en una misma mañana.

¿Y a qué viene esta reflexión primaveral? Pues a que hace unos días tuve que llevar la moto a repararla. Tenían que cambiarle una pieza (me temo que de nuevo la junta de la trócola) que iba a tardar unos diez días en llegar. Mi taller habitual es un garaje que regenta un señor achaparrado y tímido de unos cincuenta años pasados ya de largo. Un pequeño negocio que pases a la hora que pases tiene al dueño detrás de su persiana entreabierta. Pues bien, resulta que durante el tiempo de espera me dijo que me podía prestar una moto de sustitución sin cargo alguno. Así que, aún intentando salir de mi asombro, salí contento y motorizado dando cien veces las gracias mientras el señor me correspondía con mil reverencias desde la puerta del local.



¡Buena semana!