Se dice que nadie conoce con exactitud los restaurantes que hay en Tokio. Cifras pseudo-oficiales hablan de 160000, pero las lenguas más atrevidas aseguran que ese número se queda muy corto, y que podría llegar a ser de casi el doble. A pie de calle se puede sentir este abrumador dato al primer contacto con la ciudad: un establecimiento detrás de otro pueblan las avenidas, calles, puentes y en general cualquier pequeño rincón donde quepa un hornillo, una barra y cuatro viejos taburetes. Una verdadera alegría para los que somos amantes de ponernos finos.
Con esta cantidad de locales, y la conocida afición de los japoneses por la gastronomía, no parece raro que hace unos años también desbancara a París como la capital con más Estrellas Michelín del mundo. Y en esas entro yo a lo loco en esta historia. Uno puede disfrutar de esos sublimes restaurantes por un precio "módico", siempre que esté dispuesto a acogerse a los menús de mediodía que preparan casi todos ellos. Hablamos de un tercio del precio que se oferta por algo similar para la hora de la cena. Algo que ya comprobamos probando la excelente cocina del Restaurante Sant Pau de la señora Carme Ruscalleda.
Una vez descubierto el pequeño truco, decidí lanzarme en tromba a la caza de buenos lugares a los que llevaros cuando vengáis a verme. Hace un par de sábados quedé con un libro en Roppongi Hills para ir a conocer L´Atelier de Robuchon, del cocinero francés Joel (¡sí amigos como el mono!) Robuchon. Famoso por ser el chef que atesora más de las mencionadas estrellas del mundo. Y esto es lo que pudimos ver.
Con esta cantidad de locales, y la conocida afición de los japoneses por la gastronomía, no parece raro que hace unos años también desbancara a París como la capital con más Estrellas Michelín del mundo. Y en esas entro yo a lo loco en esta historia. Uno puede disfrutar de esos sublimes restaurantes por un precio "módico", siempre que esté dispuesto a acogerse a los menús de mediodía que preparan casi todos ellos. Hablamos de un tercio del precio que se oferta por algo similar para la hora de la cena. Algo que ya comprobamos probando la excelente cocina del Restaurante Sant Pau de la señora Carme Ruscalleda.
Una vez descubierto el pequeño truco, decidí lanzarme en tromba a la caza de buenos lugares a los que llevaros cuando vengáis a verme. Hace un par de sábados quedé con un libro en Roppongi Hills para ir a conocer L´Atelier de Robuchon, del cocinero francés Joel (¡sí amigos como el mono!) Robuchon. Famoso por ser el chef que atesora más de las mencionadas estrellas del mundo. Y esto es lo que pudimos ver.
La cosa empezó con una cerveza japonesa que no había probado aún: Heartland, embotellada por Kirin, y con la que me pusieron una tapa de un paté riquísimo. Abriendo boca, sin prisa, despacico, mientras observaba el local decorado con gusto y con la cocina a la vista del público.
Una crema de champiñones y jamón ibérico hizo las veces de entrada. Y pan, señora, pan casero de ese que es tan difícil encontrar aquí. Y confieso que me comí toda la cesta, faltaría más. Aunque nunca mencionaré ante su señoría que hubo una segunda. Como plato principal, un foie sobre rissoto de parmesano de pecado; sin duda lo que más me gustó.
Café de libro, libro acorde al entorno y agradable charla con vino con los simpáticos señores que me tocaron al lado pusieron el punto a una buena sobremesa. Es lo que tiene ser un atrapado, que no te queda otra que hacer amigos.
En general os diré que el sitio bien, correcto. Así que le voy a conceder sólo una estrella del tío Chiqui. No regalo ni una más. ¡Ni una!
En general os diré que el sitio bien, correcto. Así que le voy a conceder sólo una estrella del tío Chiqui. No regalo ni una más. ¡Ni una!
¡Buen fin de semana!
*Ojo que la próxima semana viene cargada de sorpresacas de las gordas.