lunes, 4 de febrero de 2013

EL PISTO DE HACERSE VIEJO


Se acercaba el 24 de enero y pensaba yo que algo habría que hacer algo para celebrar que alcanzaba la tierna e inocente edad de 33 años. Lo suyo habría sido aprovechar que este año mi aniversario elegía jueves, para montar una fiesta que sirviera como excusa para ver a viejos amigos ese mismo fin de semana. No resultaría tan fácil, ya que después de meses de negociaciones, la fecha elegida para despedir la soltería de un amigo sería precisamente el viernes posterior al día que me hacía mayor. De esa manera, mi onomástica servía de tapadera para liar al homenajeado, y que creyera que iba a un cumpleaños con gorros de fiesta, mata-suegras y bocadillos de mortadela de aceitunas del Mercadona, en lugar de dirigirse de cabeza al matadero municipal.


Aunque el sorprendido en ese caso también sería yo, porque aprovechando la clara nos disfrazaron a los dos, nos llevaron a un restaurante muy guapo de Ginza, y celebraríamos allí todo junto como si jamás fuera (o fuese) a volver a salir el sol por Antequera. De todo lo acontecido sólo diré que fue una noche épica. L e g e n d a r i a. Y que afortunadamente sólo tengo esa foto para demostrarlo.


Antes y después de todo aquello ya había recibido yo viandas y regalos en el trabajo, donde entre compañeros y amigos me hicieron sentirme un poquito más cerca de casa durante el día de marras y toda la semana posterior. Me tocó más de una noche salir de cervezas después del trabajo. Y si hay que hacerlo, se hace, maldita sea.

El problema radicaba por entonces en que llevaba a la espalda unas cuantas celebraciones y aún echaba mucho de menos a  esos que se añoran cada día aunque no puedas verlos en muchos meses. Y eso no podía ser de ninguna de las formas. Así que decidí pasar por alto los avisos de la casera de no celebrar fiestas en mi piso (el último sonó como un ultimátum muy jodido), y montar un sarao gitano este sábado para saldar mi deuda vital con los que me quedaban. Y cosas que pasan, en pleno invierno japonés, amaneció un día soleado en el que disfrutamos de 18 grados. Manga corta y terraza, nos os digo más.


Bueno, y que esta entrada lo que pretendía ser es un enorme agradecimiento por todo lo bueno recibido. Felicitaciones, regalos, insultos variados (necesarios), collejas virtuales e incluso algún abrazo perdido. De los de cerca y de los de lejos. Que de vosotros tampoco me olvido.

¡Mil gracias a todos!