
Tenía yo el capricho y argumenté contra mis argumentos que me lo merecía. Escojo una tienda enorme esperando que mis palabras se parecieran a las de otros. Yodobasi Akiba es considerado por muchos el mayor centro comercial electrónico del mundo. Sesenta personas calculo, están trabajando a destajo en los puestos de la compañía Softbank. "Konnichiwa, ¿alguien que hable inglés kudasai?". Agua. "¿Español, italiano, portugués?". De mayo. Cuando ya había admitido mi derrota, veo por el mostrador a un chico que un día preguntando nos había hablado en español. Me lanzo a por él y, tras el sobresalto inicial de aquel hombre, acepta atenderme gustosamente.
La cosa es que yo tengo que pagar el teléfono a tocateja porque sólo tengo un año de visado. Qué asco. Empieza el papeleo que nos traslada a una dimensión paralela, donde el amable dependiente me explica detalladamente todo lo concerniente a mi contrato y las características del teléfono, mientras yo visualizo a un mono tocando los platillos y montado en monociclo. Despierto cuando me indica que sí que puede hacerme el contrato para dos años ya que tengo visado hasta el 2015, así que no tengo que pagar el terminal. No seré yo quien corrija a un profesional.
Ahora bien. No sé si alegrarme por la buena dicha en la compra, o empezar a sospechar si tenía razón y no podré salir de aquí en los próximos cinco años.