miércoles, 15 de abril de 2015

GRANDES VIAJES


Un buen viaje no tiene una definición propiamente dicha. No existe fórmula matemática que logre descifrar la perfección de una experiencia lejos de nuestra zona de confort. Y no la hay, porque no existe un sólo tipo de viajero, los hay tantos como personas diferentes, y eso hace florecer una fantástica diversidad en formas y hábitos de moverse por este mundo. Hazlo como más te guste, como más cómodo y satisfecho te haga sentirte al terminarlo.



Da por hecho que te intentarán convencer de lo contrario. Los mochileros te dirán que no hay nada como la forma en la que ellos se integran con los pueblos, como se consiguen mover con un presupuesto ajustado o como comen en cualquier rincón lo que se les ponga por delante (siempre que no los inviten claro, cuando les invitan se les olvida todo mágicamente y jalan foie como si fueran franceses). Y los amantes del Todo Incluido te dirán que para pasar penurias mejor no salen de casa,  que bastante jodidos estamos, y que ellos llevan a rajatabla aquello de "pagar para no pensar". Manera todas ellas respetables, pero que deben a su vez respetar las tantas otras que existen y están por inventarse. 





¿Y por qué se habla hoy de esto? Si hablo hoy de grandes viajes, es porque apenas si he salido como he podido de la resaca del Albacete Japón Express de este año 2015: ALBACETE JAPÓN EXPRESS 4.0



Por cuarta vez consecutiva repetíamos experiencia, y este año de nuevo Viajes Flexibles organizaba otra expedición para que albaceteños y todo el que se quisiera unir a ellos, descubrieran Japón de una manera que entendemos diferente. De nuestra manera diferente. 

Canarios, catalanes, vascos, manchegos y hasta mexicanos se convertían en una sola brocha para dibujar un nuevo lienzo que yo me había preocupado en dejar bien blanco, impoluto, antes de recibirlos con los brazos abiertos. Era el momento de ver de qué eran capaces y cómo gestionarían un país saturado de estímulos como este. Y pintamos, pintamos desde Kobe hasta Tokio, pasando por los templos de Kioto, por las flores de los cerezos de Osaka y por las históricas calles de Kamakura. Nos metimos en baños termales, dormimos en un hotel cápsula, comimos sushi, gyozas, takoyaki, ramen...,pusimos nuestras rodillas sobre el tatami, degustamos la mejor ternera del mundo y nos reímos, señora, nos reímos bastante.



Es algo que no deja de sorprenderme: cada año, uno tras otro, el viaje es totalmente distinto al anterior. Y en principio podría pensarse que esto no tiene mucho sentido, ya que los aspectos comunes son precisamente la mayoría, y lo que cambia, no es otra que las personas que lo forman. Y no sólo las personas en sí como individuos, sino los lazos que forman entre ellas para compartir algo que es nuevo para todos. 


Y este año ha sido tan distinto como cada uno de los otros. Me lo he pasado en grande con ellos, me encanta ver a la gente descubrir lo que hace ya muchos años yo tuve que descubrir, y me gusta pensar que tengo cierta parte de culpa en que los demás estén disfrutando de unas vacaciones diferentes. Es enorme, y este año he sentido la gratitud de los viajeros más que nunca. Probablemente no sea más que cosa de mi propia percepción, pero es que señores, yo también voy cambiando con los viajes. 

Con los propios y con los ajenos.


¡Muchas gracias a tod@s!